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Por José Miguel Vielma
Indiscutible que nuestro presidente Nicolás Maduro junto al pueblo venezolano son los ganadores de las elecciones del pasado domingo. La Revolución Bolivariana gana 76% de las 335 alcaldías en el país (se ganaron 255: 242 con el voto del PSUV, mas 13 con el triunfo de líderes comunales aliados) y más del 50% de las capitales de los estados. Por quinta vez consecutiva el pueblo venezolano con el voto popular le proporciona una derrota a la autodenominada MUD, cuyos principales voceros sostenían que estas elecciones tenían un significado de plebiscito. ¡Que recojan sus maletas!
En este triunfo no todo es color de rosa y el mismo debe llamarnos a todos a la reflexión, en aras de garantizar la permanencia del Estado comunal bolivariano. La Revolución pierde plazas en ciudades emblemáticas: Iribarren (Lara), Mérida, Táchira, Maracaibo, Barinas, y Valencia. Llama la atención que dos de los alcaldes electos de la oposición, Evelyn Trejo de Rosales (Maracaibo) y Michel Cocchiola (Valencia) han sido cuestionados públicamente por estar supuestamente incursos en irregularidades administrativas, la primera en su gestión como alcaldesa y el segundo por usura, en su condición de propietario de una conocida maderera del país.
El triunfo del 8-D debe convertirse en una oportunidad para que el Estado comunal incremente los planes orientados a desmantelar la dominación neoliberal e incursione en su propio campo de acción: impulso del plan de la patria, cambios vertiginosos y reformas en la gestión de políticas públicas que faciliten la hegemonía del poder de la Revolución; el incremento de la participación y fortalecimiento de las organizaciones sociales del Poder Popular; empleo de planes locales de alcance nacional, impulso de planes emergentes en áreas alimenticias, salud, educación, comunicación, cultura e información, particularmente en las redes sociales de las zonas de silencio.