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7.May.2013 / 10:46 am / Haga un comentario

El ejercicio democrático implica jugar limpio. Respetar las reglas de juego. Que en materia de procesos electorales significa acatar el veredicto de las urnas, es decir, que el que obtenga más sufragios en un sistema donde se gana por mayoría simple, se impone. Así sea por un solo voto. Aquellos que desconocen esa realidad, que pretenden manipularla son otra cosa, pero no demócratas. Son aventureros. Posan de demócratas, y en el fondo insurgen contra la democracia. Y lo que es peor, utilizan la institucionalidad para socavarla. Ejemplo: participan en elecciones con planes alternativos. Concebidos para enmascarar opciones distintas. Participan en comicios con el deliberado propósito de transformarlos en mecanismos que abran senderos a la subversión. En otras palabras, pretenden aprovechar los procesos electorales para acumular fuerza y, luego, volcar ésta contra las instituciones. Con esos sectores nunca hay certeza sobre la actitud que adoptarán ante un resultado electoral, salvo cuando ganan. Para ellos no hay derrota. El desconocimiento de cualquier resultado adverso está siempre en su agenda.

La experiencia en el marco del proceso bolivariano es esa. Siendo el sistema electoral venezolano el más transparente y confiable del mundo, superior a los de otras naciones que son exhibidas como ejemplo, siempre la oposición se ha negado a reconocer el triunfo de su adversario. No invento. Me refiero a lo sucedido con todas las elecciones a partir de 1999: los referendos, las parlamentarias y presidenciales, fueron impugnadas con argumentos banales, con ridículas denuncias de fraude recurriendo a descalificaciones sin soporte. Por igual son cuestionados resultados amplios como estrechos. No hay sindéresis. Si el chavismo gana holgadamente una elección, se alega que el resultado es fraudulento. Que imperó el ventajismo. Que las máquinas fueron manipuladas. Y la misma actitud se repite si se impone por poco margen. El cuestionamiento es político. No se funda en el respeto a reglas de juego.

Es lo que ocurre con motivo de los comicios presidenciales del pasado 14 de abril. La ventaja de cerca de 300 mil votos de Nicolás Maduro sobre Henrique Capriles, es suficiente para acreditar un vencedor en cualquier país. Suficiente para que una oposición con talante democrático la respete. Las diferencias relativas no dan pie al desconocimiento. Pueden objetarse si hay pruebas contundentes, indicios claros de que fueron alteradas, pero no en base a supuestos, a valoraciones subjetivas que encubren intenciones que trascienden lo electoral para ir contra el orden constitucional. En el fondo, el problema reside en que la estructura de poder del puntofijismo que controló durante cuatro décadas a Venezuela, nunca aceptó que en el contexto democrático otros factores -en este caso el chavismo- asumieran la conducción del país e implementaran una política propia, diferente. Ese núcleo de poder -político, económico, social- utiliza todas las vías, legales o ilegales, para recuperar su hegemonía. Apeló al golpe de Estado, al sabotaje de la industria petrolera, al terrorismo, a la ayuda gringa y, al mismo tiempo, participa en elecciones con la intención de convertirlas en rampa de lanzamiento de la subversión. El respeto del resultado electoral para ese sector, expresado en guarismos, es lo de menos. Nada importa si el adversario gana con amplio o poco margen. Incluso, cuando Chávez derrotó a Rosales con una considerable ventaja, de inmediato la oposición denunció fraude y prometió pruebas que nunca presentó. Ahora, ante una diferencia menor, pero legítima, se plantea el desconocimiento aduciendo fraude. Razón por la cual el problema no es cuantitativo -sobre una diferencia-, sino de una concepción política inspirada en la derrota del adversario, que irrespeta las reglas sin importar las consecuencias de ese desprecio a la democracia. Y lo alarmante es que las elecciones, en ese contexto, pudieran convertirse en campo minado. En un cruento escenario.

http://www.vtv.gob.ve/articulos/2013/05/06/jugar-limpio-jugar-sucio-9764.html

 

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