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31.Ene.2014 / 10:06 am / Haga un comentario

Caracas, 30 Ene.- El 31 de enero de 1962, la Organización de Estados Americanos (OEA) se rindió a los deseos de Estados Unidos y de algunos países del continente que estaban arrodillados al imperio. Ese día, Cuba fue expulsada del organismo internacional bajo la excusa de ser «incompatible con los principios y propósitos del Sistema Interamericano».

Durante la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, celebrada en Punta del Este, Uruguay, convocada por el gobierno de Colombia, se aprobó la resolución VI que fue adoptada por el voto de catorce países a favor, el de Cuba en contra y las abstenciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México.

Esta medida no se dio sólo por la supuesta «incompatibilidad» de criterios entre el gobierno cubano, liderado por el comandante Fidel Castro, y el Sistema Interamericano, sino por el golpe que había significado la derrota de Estados Unidos con el triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959.

También era una retaliación política, una violación al derecho internacional y a la soberanía de Cuba, por el fracaso de la dictadura de Fulgencio Batista, subordinado a los intereses de Washington; así como por la derrota en Playa Girón, los fallidos intentos de asesinato dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) contra Fidel Castro; y el bloqueo, la guerra sucia e invasiones mercenarias promovidas por la administración norteamericana.

Además, esta medida de la OEA se dio luego del rechazo de Cuba, en 1961, al plan económico-político de Estados Unidos, denominado Alianza para el Progreso, con el cual se buscaba impedir que el ejemplo de la Revolución Cubana se repitiera en otras naciones de América Latina y el Caribe.

Frente a todo eso, el pueblo cubano se había defendido, tal como lo dijo Castro en su discurso de 2000, durante una visita a Venezuela:

«Nuestro pueblo, con bloqueos, guerra sucia, invasiones mercenarias y amenazas de ataques directos, defendió con honor su Patria, la primera trinchera de América», afirmó en esa oportunidad.

En pie de lucha

Tal como dijo Fidel en aquella oportunidad -y en otras tantas en defensa del pueblo cubano-, la patria de José Martí se ha mantenido en alto, pese a la injerencia de las administraciones de Estados Unidos.

El bloqueo económico, financiero y comercial aplicado por decreto del entonces presidente John F. Kennedy, con el que se buscaban crear las condiciones para invadir y bombardear a la isla caribeña, si bien constituye un agravio a los Derechos Humanos del pueblo cubano, ha servido para impulsar el desarrollo de la isla y para acrecentar la solidaridad mundial con la Revolución comandanda por Fidel.

Ante ese bloqueo, que se ha mantenido por más de 50 años, se han alzado voces en su contra en organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU), Grupo de los 77 más China, la Comunidad del Caribe (Caricom), la Unión Africana, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Organización de Cooperación Islámica y el Movimiento de Países No Alineados (Noal), entre otros.

En 2009, con el apoyo de Honduras, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, durante la XIX Asamblea General de la OEA, se acordó la reinclusión de Cuba en el Sistema Interamericano, con lo cual se derogó la resolución de 1962 y se fijaron las vías para el retorno de la isla al organismo. Este acuerdo por sí solo no integra a Cuba inmediatamente a la OEA.

Cuba, cuya frente en alto rememora las luchas de los revolucionarios de los siglos XVIII y XIX, ha dicho en reiteradas oportunidades que no desea regresar a la OEA; sin embargo, las naciones que impulsan su retorno a esta instancia mantienen su espíritu combativo por ensalzar la dignidad del pueblo cubano y  hacer respetar el derecho internacional.

Hoy, a 52 años de la expulsión de Cuba de la OEA, las banderas de la Revolución siguen en alto y se mueven al ritmo de los vientos que soplan en la región. Un ejemplo de ello es que esta semana, La Habana fue el escenario para la histórica Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un encuentro que -en palabras de Raúl Castro- demostró que en el hemisferio hay unidad en la diversidad y sin hegemonías.

 

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